jueves, 27 de abril de 2017

A la mierda el conformismo:
yo no quiero ser recuerdo.
Quiero ser tu amor imposible,
tu dolor no correspondido,
tu musa más puta,
el nombre que escribas en todas las camas
que no sean la mía,
quien maldigas en tus insomnios,
quien ames con esa rabia que solo da el odio.
Yo no quiero que me digas
que mueres por mí,
quiero hacerte vivir de amor,
sobre todo cuando llores,
que es cuando más viva eres.
Yo no quiero que tu mundo
se dé la vuelta cada vez que yo me marche,
quiero que darte la espalda
sólo signifique libertad para tus instintos más primarios.
Yo no quiero quitarte las penas y condenarte,
quiero ser la única de la que dependa tu tristeza
porque esa sería la manera más egoísta y valiente de cuidar de ti.
Yo no quiero hacerte daño,
quiero llenar tu cuerpo de heridas
para poder lamerte después,
y que no te cures para que no te escueza.
Yo no quiero dejar huella en tu vida,
quiero ser tu camino,
quiero que te pierdas,
que te salgas,
que te rebeles,
que vayas a contracorriente,
que no me elijas,
pero que siempre regreses a mí para encontrarte.
Yo no quiero prometerte,
quiero darte sin compromisos ni pactos,
ponerte en la palma de la mano
el deseo que caiga de tu boca sin espera,
ser tu aquí y ahora.
Yo no quiero que me eches de menos,
quiero que me pienses tanto
que no sepas lo que es tenerme ausente.
Yo no quiero ser tuya ni que tú seas mía,
quiero que pudiendo ser con cualquiera
nos resulte más fácil ser con nosotras.
Yo no quiero quitarte el frío,
quiero darte motivos para que cuando lo tengas
pienses en mi cara y se te llene el pelo de flores.
Yo no quiero
viernes por la noche,
quiero llenarte la semana entera de domingos
y que pienses que todos los días son fiesta
y están de oferta para ti.
Yo no quiero
tener que estar a tu lado para no faltarte,
quiero que cuando creas que no tienes nada
te dejes caer, y notes mis manos en tu espalda
sujetando los precipicios que te acechen,
y te pongas de pie sobre los míos
para bailar de puntillas en el cementerio
y reírnos juntas de la muerte.
Yo no quiero que me necesites,
quiero que cuentes conmigo hasta el infinito
y que el más allá una tu casa y la mía.
Yo no quiero hacerte feliz,
quiero darte mis lágrimas cuando quieras llorar
y hacerlo contigo,
regalarte un espejo
cuando pidas un motivo para sonreír,
adelantarme al estallido de tus carcajadas
cuando la risa invada tu pecho,
invadirlo yo cuando la pena atore tus ojos.
Yo no quiero que no me tengas miedo,
quiero amar a tus monstruos
para conseguir que ninguno lleve mi nombre.
Yo no quiero que sueñes conmigo,
quiero que me soples y me cumplas.
Yo no quiero hacerte el amor,
quiero deshacerte el desamor.
Yo no quiero ser recuerdo,
mi amor,
quiero que me mires
y adivines el futuro.
(Elvira Sastre)


domingo, 9 de abril de 2017

"(...)

Me sirvió otra copa y se sentó junto a mí en el diván. Yo me incliné y la besé. Mientras lo hacía le subí la pollera y miré de reojo aquella pierna de nylon. Tenía buena pinta. Cuando terminamos de besarnos se bajó otra vez la pollera, pero yo ya me había aprendido aquella pierna de memoria. Se levantó y fue al baño. Oí la cadena del baño. Después hubo una pausa. Probablemente se estaría poniendo más lápiz de labios. Saqué mi pañuelo y me limpié la boca. El pañuelo quedó teñido de rojo. Finalmente estaba consiguiendo aquello que todos los chicos de la Universidad menos yo habían conseguido. Los chicos bonitos, ricos, dorados y bien vestidos con sus automóviles nuevos y yo con mis trajes de pelagatos y mi bicicleta rota.Debra salió. Se sentó y encendió un cigarrillo.

Vamos a coger -le dije.

Empezó a cabalgar. Podía hacerlo, con sus 45 kilos. Yo apenas podía pensar. Hice pequeños movimientos, encontrándomela de vez en cuando. A ratos nos besábamos. Era bestial: estaba siendo violado por una niña. Se movía, me tenía clavado, atrapado. Era una locura. Sólo carne, sin amor. Estábamos llenando el aire con el olor del puro sexo. Mi niña, niña mía, ¿cómo puede tu cuerpecito hacer estas cosas? ¿Quién inventó a las mujeres? ¿Con qué propósito? El pensamiento del sexo como algo prohibido me excitaba más allá de toda razón. Era como un animal aplastando a otro hasta la sumisión. Cuando acababa sentía como si fuera en la cara de todo lo decente, blanca esperma resbalando por las cabezas y las almas de mis padres muertos. Si hubiera nacido mujer seguro que hubiera sido una prostituta. Como había nacido hombre, anhelaba constantemente mujeres, cuanto más guarras mejor. Y sin embargo las mujeres, las buenas mujeres, me daban miedo porque a veces querían tu alma, y lo poco que quedaba de la mía, quería conservarlo para mí.

(...)"

(Fragmento de "Mujeres", Charles Bukowski)