martes, 30 de junio de 2015

Ese intenso deseo... (2)

No, ¿y tú? -me preguntó pasando el hielo por mis labios. Sentí cómo el calor invadía mi cuerpo. Decidí quitarme el jersey, quedándome sólo con el jeans y la camiseta de lycra negra; el encaje de la cual dejaba ver claramente la excitación de mi seno. No dejaba de observarlo en sus movimientos. Era tanta la excitación que me provocaba, que al mirarlo no podía evitar morderme el labio. Su gesto con el hielo había hecho que mis pezones se endurecieran…, estaban erectos…, expectantes de su toque…, de él.

Volvió a acercarse, lentamente, como un felino cuando ya tiene su presa, y repitió el juego, pero esta vez no se detuvo en mi boca. Con su otra mano me tomó por la nuca e hizo en modo que me recostara sobre la alfombra. Podía sentir el perfume en su cuello. Abrí su camisa y pasé mis manos por su pecho, enredando mis dedos en su vello. Él me alzó la camiseta y desabrochó el sujetador, quitándome ambas cosas a la vez. Su boca bebió el agua que el hielo había dejado entre mis tetas, y enseguida comenzó a lamerme un pezón, su lengua alrededor de mi aureola…, mordiendo…, succionando. Mientras me pellizcaba el otro con sus dedos. Y esa mezcla de dolor y placer hizo que la humedad de mi sexo llegara hasta el jeans. Bajé mis manos para desabrocharlo y noté la erección de su polla. Por lo que abrí sus pantalones y la saqué, comenzándolo a masturbar. Al hacerlo sentí el chasquido de su lengua y cómo se arqueaba su espalda. Mientras ésta se hinchaba en mis manos. Pulsaba...

Sentí sus manos bajar por mi cintura, abriéndome rápidamente el jeans y empujándolo hacia mis pies. Se soltó de las mías, sujetándolas al lado de mi cuerpo. Mientras su boca se deshacía de mis bragas. Su lengua entre mis muslos…, entre mis pliegues…, absorbiendo toda mi esencia. Y ahora, la que arqueaba la espalda, ofreciéndole todo mi sexo abierto, era yo. Quería más…, mucho más…, y él no se haría rogar...


sábado, 13 de junio de 2015

Ese intenso deseo...

Era ya la hora, y se me había hecho tarde. La muestra se había extendido más de lo que pensaba. Apenas salí, lo ví. Estaba parado delante del Duomo. Me detuve un momento. Cómo me buscaba entre la gente, mientras controlaba su reloj. El viento enredaba mi pelo y los tacones me impidieron correr hacía él. Llegué por detrás, me estreché a su espalda y cubrí sus ojos con mis manos. Sentí cómo respiraba mi perfume. Se giró y por unos segundos me perdí en sus ojos. Nos besamos…, mordisquié su labio…, su lengua invadiendo mi boca, suave, tiernamente. El mundo se detuvo por unos instantes. Comenzó a llover; me tomó de la mano, entrelazando sus dedos a los míos, y fuimos hacia la Galería.

Eligió un antiguo bar, una mesa bastante apartada, un rincón íntimo. Antes de sentarnos lo escuché pedir: “Due cappuccini per piacere, grazie.” Nos ubicamos uno frente al otro. No dejaba de observarlo. Se había quitado la chaqueta, y tenía la camisa apenas abierta. Se veía tan sexy. Sentirlo tan cerca, tan él, erizaba mi piel. Me tomó de la mano y dejamos el café. Aún seguía lloviendo por lo que me dijo que tomaríamos un taxi, si bien su apartamento estaba cerca. Me gustaba el contacto de su mano, sus dedos entrelazados a los míos, y su pulgar acariciándome la palma.

Subimos al taxi y yo no podía dejar de observarlo…, miraba su boca, y mordía mi labio pensando en ella. En ese instante él me pasó su otra mano por la cabeza, acariciándome los cabellos aún mojados. Un escalofrío recorrió toda mi espalda. Entonces nos acercamos, atraídos como imanés, y no pude hacer a menos de besarlo. Suave, mi lengua jugó a buscar la suya…, despacio, sin dejar de mirarlo a los ojos, provocándolo. Apoyé mi mano en su pecho, haciendo como que bajaría por él; pero el taxi se detuvo delante de su portal y tuve que frenarme.


Entramos en el ascensor, y apenas inició a subir, me empujó delicadamente contra la pared del fondo. Una mano sobre mi nuca y su lengua invadiendo mi boca. Esta vez él tenía las riendas y yo no me resistía…, lo deseaba y él lo sabía. Llegamos al piso, él abrió la puerta conmigo pegada a su espalda. El apartamento estaba en penumbras pero aún así se percibía su buen gusto en la decoración; clásica pero exquisita. Me ayudó a quitarme el abrigo, encendió un par de velas y me ofreció algo de tomar. Mientras fue a preparar los tragos me acomodé en el sofá, quitándome las botas porque quería sentir con mis pies descalzos esa espectacular alfombra que hacía de reina en el salón. Al hacerlo mi piel se erizó…, imaginando lo que allí sucedería.
Volvió con los vasos, haciendo que el hielo tintineara en ellos. Me miró, comiéndome con los ojos. 

¿Tienes mucha sed? -pregunté mientras me humedecía los labios con el whisky. Apoyé el vaso en la mesita cercana, gesto que él imitó, tomando un cubo de hielo y acercándose provocadoramente… La noche apenas comenzaba...


jueves, 11 de junio de 2015


Soy un gusto adquirido…
no para todos, pero para los que me toman...
te daré todo de mí, todo el tiempo.
(Jhene Aiko)



Deseo tu boca.
Deseo que me recorras entera.
Que explores con tu lengua cada centímetro de mi piel.
Que muerdas… que explores.
Que me penetres con ella
y saborees aquello que me provocas.
Que te bebas mi esencia,
que cada gota de esa miel quede en tus labios.
Porque es tuya y
Tuya Soy.



lunes, 8 de junio de 2015


Quiero arrancar tu lógica
y sacar tu más
 apasionado instinto.
Quiero montar en el vaivén de tus caderas,
y que sientas el fuego que provocas en las mías.
Quiero que mis dedos marquen esas comillas
cuando tus ardientes extremidades acaben en oración.