viernes, 24 de julio de 2015



Quiero deslizarme por tu espalda,
dejar el perfume de mi deseo sobre ella.
Llegar a tu cuello, rozarlo con mi boca,
adueñarme de tu oreja y penetrarla con mis susurros.
Caer en la delicia de tus labios,
y sentir lo salvaje de tu lengua.
Quiero que mis piernas se enreden a tu cintura,
y que el ritmo de tus caderas sea igual al de mis ganas.
Que el vaivén de tu sexo y el mío
sea acompañado por la música de nuestros gemidos.
Quiero que ardas en el fuego que provocas
en mi cuerpo… en mi mente… en mi alma.




martes, 14 de julio de 2015

Ese intenso deseo (final)

Su lengua describía círculos en mi sexo. Y mis gemidos aumentaban cuando con los labios presionaba mi clítoris. Creí que estallaría, pero en ese momento se detuvo, mirándome de forma lasciva y provocadora. Me tomó por las caderas y me giró. Apoyó su mano en mi espalda y me recorrió hasta la nuca, haciendo en forma que bajara y dejándome expuesta, abierta a él.
Sin más preámbulos y cerrando su puño en mi pelo, me penetró. Despacio…, suave…, haciéndome sentir la dureza de su polla hasta lo más profundo. Mi espalda se arqueaba y notaba como mi interior se dilataba y contraía recibiéndolo. Bajó hasta que pude sentir su respiro en mi nuca…, agitado…, extasiado. Susurró a mi oído: “Me encanta sentirte así…, entregada…, mía…”. Y su mano volvió a tirar de mi pelo.

Delicada pero decidida, me separé de él. Sus palabras me habían hecho estremecer, pero también había despertado mi parte rebelde. Hice que se sentara y que me deseara viéndome desde abajo. Que me oliera mientras me acercaba, y me alejaba cuando quería tocarme. Comencé a bajar sobre él hasta empalarme en su erecta virilidad. Llevé sus manos hasta mi culo, para que acompañara mis subidas y bajadas por su miembro. Y su boca se dirigió ávida a mis pezones, que lo esperaban…, duros, erectos. Quise disfrutarlo lentamente pero el perfume de su piel junto a la mía, ese olor a sexo que invadía todo el ambiente, era más de lo que podía soportar. Comencé a aumentar el ritmo de mi cabalgada en tanto que mis uñas le dibujaban la espalda. Entonces fui yo que acercándome a su oído le susurré: “Me encanta sentirte así…, entregado…, mío”. Lo sentí estremecer mientras sus puños se cerraban nuevamente en mi pelo; jalando a ritmo de sus golpes de caderas. Ambos comenzamos a sentir los espamos que anunciaban el orgasmo. Él sostenía mi espalda mientras la arqueaba, y entre ahogados gemidos sentí su caliente esencia invadirme dentro.

Aún no recuerdo en qué momento o cómo llegamos a la habitación. El amanecer me sorprendió allí. Al despertar lo ví a mi lado, dormía serenamente boca abajo. Lo observé por algunos minutos. Decidí levantarme sin hacer el menor ruido. En puntas de pie fuí hasta el salón, recogí mis prendas y me vestí. Al calzarme las botas rocé la alfombra y un caliente temblor recorrió mi cuerpo, recordando la noche apenas pasada.
Antes de irme, le escribí una nota, sabía no le gustaría pero no podía arriesgarme a que despertara, no habría podido dejarlo, y ambos sabíamos que eso no era posible.

D.:
Fue una noche extraordinaria…
Ahora debo marcharme; ambos sabemos el por qué.
Disfruta tu estadía en la ciudad, y espero
podamos vernos, nuevamente, antes de tu partida.


Un beso.


M.


martes, 7 de julio de 2015

Hechizados


Musa desconocida
te instalaste en mi,
seduciéndome
sin que yo me diera cuenta.

Perdí la cabeza
por una musa
me entregué sin preguntas
en sus brazos.

Eres una bruja,
hechicera y encantadora,
no quiero despertar de este conjuro
en el que me has atrapado.







Poeta...
hecho Hombre...
hombre de ensueños...
caballero con brazos de refugio...
macho que enciende mi piel y mi sangre...
no despiertes...
no sin mí...
porque, si tú estás atrapado...
yo lo estoy contigo...